Ha sido fácil poner título a esta entrada. Ya sé que queda un poco mezcla de título de cuento de los Hermanos Grimm y película de Tarantino. Pero es bastante descriptiva del taller que Fotógraf@s en Zaragoza (Flickr; Facebook) organizó el pasado 16 de enero de 2016, en el que un grupo de afortunados afrontamos la aventura de practicar la fotografía en su estados más primitivo y puro; la fotografía estenopeica.
Pero antes de pasar a contaros el taller, vamos a explicar un poquito lo que es la fotografía estenopeica. Una cámara estenopeica es una cámara fotográfica que como cualquier otra es una cámara oscura en una de cuyas paredes interiores situamos una superficie sensible a la luz capaz de registrar una fotografía, mientras que en otra de ellas, en lugar de un objetivo, un sistema de lentes que deja pasar la luz y la dirige a la superficie sensible, lo que tenemos es un orificio muy pequeñito, muy fino. Este orificio sumamente estrecho, el estenopo, permite que la escena que se sitúa ante la cámara aparezca enfocada en toda su profundidad cuando se revela a partir de la superficie sensible.
El principal inconveniente que tiene este sistema es que la nitidez de la imagen no va a ser nunca tan elevada como los modernos sistemas ópticos que calzan las cámaras fotográficas desde hace décadas. Pero ya lo dijo Cartier-Bresson, la nitidez es un concepto burgués. Abajo la burguesía, viva la revolución… fotográfica. Por contra, la fotografía estenopeica tiene dos grandísimas ventajas. La primera es que cualquiera puede construirse su propia cámara por muy poco dinero, con objetos reciclados que normalmente irían a la basura. Veamos un ejemplo. «La buhonera» de nuestra compañera Anvica.
Sip. Una caja de cartón, en cuyo interior hay una pieza rectangular de papel fotográfico tradicional, sellada contra las fugas de luz con cinta aislante negra, y con un obturador hecho también de cinta aislante colocada sobre el pequeño estenopo por el que pasará la luz en el momento de hacer la fotografía.
La segunda gran ventaja es que las fotografías que conseguimos son una mezcla de conceptos científicos, de sensibilidad artística y de azar, que no pocas veces escuchamos durante el taller denominar como «magia». Aunque hay mucha y buena ciencia detrás de estas fotografías. El arte es algo que tiene que salir de la imaginación y el ingenio de cada uno. El azar… es cuestión de suerte.
Habréis observado que la cámara tiene nombre. «La buhonera». Es algo que pronto aprendimos de Beatriz Aisa, a quien tuvimos la suerte de conocer hace unos meses en una estupenda mesa redonda en la que tuve el privilegio de participar, y que tiene buena parte de «la culpa» de que el taller fuera un éxito, donde aprendimos y nos divertimos a partes iguales y en proporciones considerables.
Comenzó la mañana fría. Desplazarse hasta el Centro Joaquín Roncal en el que se celebró el taller a 3 ºC, pero con una sensación térmica de -3 ºC por culpa del cierzo, tan fiel a su cita de mediados y finales de enero en Zaragoza. Pero el buen ambiente humano y las colosales galletas de Caramina nos hicieron entrar en calor en un abrir y cerrar de ojos.
La mayor parte de la mañana, hasta el mediodía pasado, la dedicamos a construir nuestras cámaras. Todos habíamos llevado al menos una caja o un bote de cartón u hojalata a partir de los cuales improvisaríamos nuestros personales aparatos fotográficos, cada uno según sus preferencias.
Preparar el orificio donde colocaríamos la plaquita de aluminio con el estenopo, pintar el interior de la cámara con pintura negra mate para evitar las luces parásitas, lijar las plaquitas de aluminio para hacer más sencillo agujerear el estenopo, disponer el lugar donde colocaríamos el papel sensible a la luz sobre el que realizaríamos la fotografía,… De paso aprender cómo calcular la distancia focal de nuestro sistema, la apertura f/ equivalente de nuestro estenopo, la tiempo de obturación necesario para hacer la fotografía,… conceptos claves que muchas veces dados por hechos… porque vienen en las especificaciones técnicas de nuestras cámaras. En este caso teníamos que aprender a calcular las especificaciones de nuestras cámaras. Más adelante, cada uno habrá de aprender a diseñar su cámara para unas especificaciones dadas. En esta mañana nos iniciamos, pero queda mucho margen al aprendizaje.
Finalmente, con las cámaras preparadas, sólo quedaba una última operación antes de salir a fotografiar. Cargar las cámaras con papel sensible en el cuarto oscuro. Vamos,… en un baño sin ventanas. Y el papel es ortocromático, no es sensible a la luz roja, por lo que no es necesaria la oscuridad total. Una luz roja ilumina las operaciones, y permite a Héctor Izquierdo inmortalizar el momento con un selfi grupal.
Una vez cargadas las flamantes estenopeicas, teníamos hasta las cinco de la tarde para hacer nuestras fotografías y comer. Para evitar tiempos de exposición muy largos, la mayor parte de ellas se hicieron a pleno sol, con tiempos de exposición entre los 20 y los 32 segundos. Pero algunas a la sombra precisaron tiempos de hasta cuatro minutos y aun quedaron oscuras.
Pero os dejo algunos momentos de ese divertido mediodía.
Tras la comida, de vuelta a la tarea. Al cuarto oscuro para revelar las fotografías. Lo paradójico es que el cuarto oscuro lo montamos en el cuarto de ordenadores para edición ¡¡¡digital!!! del Centro Joaquín Roncal. A partir de ahí, la emoción de ver aparecer las imágenes en la bandeja de revelado, calcular a «ojímetro» el momento en que la densidad de los negros y las luces es la adecuada, y al baño de paro y luego al fijador. Todo un arte que hay que practicar con frecuencia para controlarlo.
Luego se lavan las copias, que quedan como negativos, e incluso se intenta el positivado por contacto aunque las circunstancias no son las idóneas para obtener un buen resultado. Las fotografías finales aparecerán más adelante, cuando cada cual haya escaneado sus negativos y los haya invertido en el ordenador.
Y una vez narrada la historia del taller, que espero que os haya resultado interesante y os animéis a disfrutar de la experiencia cuando surja, sólo queda disfrutar de los resultados, y contemplar la galería de fotografías. En nuestro caso, como el original era un negativo, todos hemos digitalizado de alguna forma la imagen. Luego, cada cual ha sido libre de procesarla más o menos enérgicamente según sus preferencias. Incluso hay algún «virado» al sepia. Os recomiendo pulsar sobre las imágenes y verlas más grandes en Flickr, claro.
No dudéis en dejar vuestras opiniones en los comentarios. Especialmente si son son felicitaciones… Las críticas… bueno, las críticas también.
No están todos los que son,… alguno ha expresado su preferencia de no subir la foto, descontento con los resultados, otros no las han compartido a la hora de redactar esta crónica,… pero están todos los que son. Gracias de nuevo a Beatriz Aísa y al movido grupo organizador de Fotógraf@s en Zaragoza por esta estupenda experiencia.
Un saludo a todos,
Carlos Carreter
25 enero, 2016 en 0:14
Qué experiencia mas bonita!!! gracias Carlos por contarnos todo y tan bien explicado ,me alegra que lo pasarais tan bien. 😉
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26 enero, 2016 en 12:47
Como siempre, gracias por compartir tu experiencia Carlos. Todos los que no fuimos a este magnífico taller impartido por Beatriz Aisa lo hemos seguido, primero con curiosidad y finalmente hasta con un poco de envidia sana, gracias a las fotos que habéis ido subiendo en las redes tanto del taller como de los resultados obtenidos. Realmente hemos percibido la sensación de plena satisfacción que os ha quedado a todos los participantes.
Leer la experiencia completa en tu relato ha sido un verdadero placer
30 enero, 2016 en 12:36
Un placer leer esta pagina,gracias por compartir.
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